viernes, enero 13, 2006


¿CHÁVEZ ES FEO? “LA REVOLUCIÓN BONITA1
  



Estética Revolucionaria




¿Cómo hacer visible la belleza convulsiva2 de la Revolución Bolivariana?




Mientras los dispositivos alienantes del neoliberalismo buscan por el mundo la manera de “dominar” cerebros y entristecer corazones, la Revolución Venezolana avanza paciente y esmerada (o sea a su ritmo) en la búsqueda de sus símbolos nuevos, sus emblemas frescos, sus lenguajes florecientes. Mientras el Imperialismo neo-nazi genera muerte, destrucción, miseria y barbarie en los países coloniales y semi-coloniales; mientras pinta con desolación los imaginarios actuales, mientras hace lo indecible por secuestrar y fulminar al porvenir… mientras padecemos el gran embrollo de las mafias mercantiles trasnacionales; Venezuela crea colores, canciones, teatro, poemas, danza… cine y televisión en pleno proceso revolucionario. Venezuela, desde abajo, hace lo que debe hacerse: hace que la ética sea la estética del futuro.

Pongamos, por ejemplo la guerra contra la cultura de la burocracia3, lucha hermosa si las hay.
Pero eso no se logra por decreto ni con “buenas voluntades”, no se consigue con “buenos propósitos”, ni con “buenos muchachos”. La producción de un movimiento estético genuino, desde las bases, no se logra a con escarbar en los repertorios folklóricos para revivir lo que le “gusta al pueblo” y disfrazar de popular aquello que decide una élite. Las condiciones y los tiempos han cambiado. No se madura una estética revolucionaria sólo por inventar fraseologías novedosas “lindas”, en audiovisuales, estaciones radiofónicas, realizaciones revisteriles o cibernéticas… No nacerá semejante estética de la Revolución plagiándose la vieja estética de las oligarquías, su pasión dudosa por los “clásicos del arte” ni sus adoraciones demagógicas por la “ilustración”. El surgimiento de un proyecto estético revolucionario no nacerá de los costumbrismos, de los conservadurismos, de las burocracias ni de las sectas. No será obra de los funcionarios ni de los empresarios. Es imposible revitalizar el mundo en que vivimos, es inútil aferrarse a él, es preciso atreverse a cambiarlo críticamente desde sus logros mejores y desde abajo.

Si hay un movimiento estético naciente lo hay porque hay proceso revolucionario y a él responde. No hay mejor motor hacia una producción estética radical (desde las raíces) en Venezuela que la propia revolución hacia el socialismo. Pero se trata de una producción en transición que refleja su dialéctica y sus urgencias. No puede haber una producción simbólica, una revuelta de los signos, un ascenso semiótico, artístico, comunicacional, revolucionario definitivo y absoluto. Es simplemente un error esperar que la semiosis actual de Venezuela alcance para emblematizar a la Revolución toda, que apenas nace, porque aun sus mejores triunfos serán siempre perfectibles.

La belleza de la revolución no nace de los “mass media”, la belleza de la revolución no sale de los discursos, la belleza de la revolución no nace de los congresos ni de los simposios. Nace de la Revolución misma. Pero su nacimiento es un parto difícil y es necesaria una mayéutica4 que ponga atentos y obedientes a cuantos actores sean capaces de apoyar, proteger y construir la transición, el parto. Que nazca la Revolución no implica que viva, habrá que hacer miles de cosas para que su belleza convulsiva y transformadora crezca, embarnezca y luzca plena para todos. Mayéutica con políticos, militares, economistas… mayéutica barrio adentro, alma adentro, cerebro adentro con campesinos, estudiantes y obreros. Mayéutica con todos y en todos. La estética de la Revolución requiere medios de comunicación para hacer visible la Belleza Revolucionaria que todos la vean y comparen lo que aportan, que todos la miren activamente, sus medios y modos, las relaciones sociales para producirla y que la extienden y perfeccionen, que sean esos medios la revolución Bonita de Carne y hueso que no la den por “terminada”, que no la den por institucionalizada, que no la den por “definitiva”. Que la hagan Revolución Permanente. Radiodifusoras, televisoras, periódicos, páginas web… revolucionarios y revolucionándose incluso, claro, en la estética también. La clave es insistir, insistir, evaluar y volver a probar con un programa revolucionario consensuado e incisivo.

La Revolución Bonita transformará el estado de cosas que la humanidad heredó. Transformará todo con una lucha semiótica contra los conceptos o significados que la han frenado. Tomará de ellos lo mejor y avanzará permanentemente. O será nada. Hay que capacitarse para dominar las técnicas y capacitarse para liberarnos de los esquemas ideológicos más pertinaces y contradictorios, clichés que repetimos inconscientemente, o casi. Educarnos para des-educarnos y re-educarnos Educarnos para superar lo que nos enseñaron, educarnos para ser sensibles a nuestras sensibilidades nuevas. Educarnos para una estética que no conocemos, que nos impone desafíos nuevos y que, para ser fiel a la revolución, se mantendrá en cambio constante. Entonces educarnos para superar lo que hemos sido y ser esta vez mejores… eso sería hermoso ¿No?

Un ejemplo ¿Intrascendente?

Estudiar la profundidad de una transformación en la estética de la sociedad, desde la médula misma, no es cuestión sólo de artistas, galerías, políticas culturales o sabihondos del “buen gusto”. Los poetas, pintores, músicos, teatristas, vídeo astas, intelectuales, bailarines… no son más dueños ni más hacedores de Belleza que los obreros, los panaderos, los electricistas... El problema está en la sangre y en los huesos, en las circunvoluciones mismas del cerebro y tatuado a la vida diaria. Hay que ver. Una mujer, entrada quizá, en el segundo lustro de sus sesenta años, dijo con un matiz fonético no venezolano y con la impudicia que suele tenerse bajo ciertos efectos ideológicos: “Que feo que es Chávez”. ¿Qué representa, cuánto representa a cuantos expresa? Lo dijo en el restaurante de un hotel en Caracas, durante la cena. Demos fe. Otra mujer, sentada a la mesa no muy lejos, que se sintió tocada por el rayo de ciertas coincidencias de clase, con una mirada cómplice, más sonrisa socarrona que mirada, tejió una red de complicidades históricas; con estratificaciones insondables y perfiles escuálidos “for export” incontables. Movió la cabeza lentamente, de arriba abajo, con un veredicto cómico y vengador en nombre de la burguesía latinoamericana y local. Asintió con convicciones absolutas. Fue cosa de un instante. Ambas mujeres “guapas”, foráneas con la guapura estándar del “buen gusto” estándar. Perfumadas de manera estándar, teñido el pelo de manera estándar y con joyería estándar, destilaban feromonas muertas en una epopeya matrimonial estándar que, a todas luces, resultó tragedia. De los maridos sólo era visible la espala añosa y encorvada por los años y los kilos.

Pasó al lado de esas mujeres, como quien va al baño, otra dama estándar, también nalgona y embutida en sus ropas, gorda estándar, venezolana a decir por el “cónchale vale, hasta que alguien dice algo sensato” que masticó audiblemente mientras sucumbía a un orgasmo político de ocasión. Un triangulo de miraditas, una moraleja reptante, un brillo de labios, (estándar), malicioso. Todos sentimos pasar el viento de La Revolución Bonita que cimbró los valores estéticos de esa clase en franca crisis y decadencia. De no ser así nadie hubiera detectado el cuadro tragicómico de esa expresión con lamento grotesco. Chávez sabrá disculpar.

Ontología concreta de la Revolución Bonita

La estética revolucionaria en tanto que producción social de imágenes e imaginarios para la transformación, hacia fuera y hacia adentro, ha de ser tarea de todos los sectores y sujetos que se dispongan a interrogarse inteligentemente, dispuestos a auto-transformarse crítica y dialécticamente. No se trata de “abandonarlo todo” se trata de analizarlo todo, elegir lo mejor y dar lugar a lo nuevo que late fuerte a los pies de la vida cotidiana. La Revolución Bonita no es una bandera, aunque se sirva de algunas. No es un sello ni una “marca”. No se puede construir como se diseña una “Imagen Corporativa”. La revolución Bonita es cada una de las ideas nuevas que aparecen en cada una de las cabezas que quieren un mundo mejor. La revolución bonita es la suma de esas ideas cuando se organizan. La revolución bonita es la suma de todas esas ideas en acción organizada para transformar al mundo… la revolución bonita… su belleza convulsiva más esplendida, es cada triunfo de esas ideas nuevas acrisoladas bajo la praxis del socialismo. La revolución bonita es una praxis, una lucha estética dialéctica y superadora.

La Revolución Bonita está ahí donde los campesinos miran futuro y siembran convicciones, está en el entusiasmo aleccionador que hace del Petare un laboratorio fantástico y una escuela poderosa, la Revolución Bonita esta en los profesores y los estudiantes que aprenden a leer y escribir, que levantan su bandera de libertad frente al analfabetismo y conmocionan toda la estructura educativa para que todos se “pongan las pilas” y sean mejores en las secundarias y en las universidades. La Revolución Bonita es la templanza de los obreros reviviendo sus fábricas y la hondura de su inteligencia para derrotar cualquier reflujo.
Hoy Venezuela es más hermosa por revolucionaría que por cualquier otra razón. Eso no niega la “belleza” que hubo antes, sólo que hoy es tan distinta y tan de todos que uno tiende a eclipsarse legitimante subyugado bajo la hermosura de las cuentas claras, del petróleo sembrado, de las escuelas ganadas, de los enfermos atendidos y curados, del hambre desterrada, de la ternura disciplinada, del tun tun de las caderas con sus imanes caribeños movilizando acuerdos, alianzas… amores solidarios por todas partes. Eso ha sido posible en Venezuela, su Revolución Bonita lo ha hecho posible y eso es maravilloso, aunque falte tanto por hacer.

No hay marcha atrás. La Revolución Bonita está en los consensos nuevos, en las elecciones ganadas en los debates abiertos, en las tareas asumidas y en todo lo que esta pendiente, incompleto, indefinido y corrupto. Falta mucho. La Revolución Bonita está también el sudor del ejército de reservistas, en los médicos y en los voluntarios, es todos esos que traen ganas de poner el pellejo para defender el corazón. La estética de la Revolución es una tarea urgente y por eso es una tarea que tomará tiempo, que involucrará a muchas generaciones, que avanzará por aproximaciones sucesivas, de manera desigual y combinada, con ascensos y retrocesos… como debe ser pues. “No se puede madurar una manzana con un soplete5”.

Habrá de producirse una Belleza nueva capaz de transformar la vida... cambiar al mundo. Y para eso hay que apurar una Estética militante de la libertad e investigadora fantástica de la Belleza Revolucionaria, magnética, que encienda todas las usinas amorosas en la resolución de los problemas en la vida práctica, que ayude a liberar a la humanidad de todo aquello que la aprisiona en los límites de sus necesidades más elementales. Belleza capaz de iluminar con sus fulgores las zonas más intrincadas del la vida, de los universos interiores y exteriores. Y hace falta una Estética Revolucionaria para la reclasificación programada y espontánea de las cosas según un orden más profundo y más preciso e imposible de dilucidar mediante la razón de la miseria.

Ya hemos visto que a la Belleza se la usa como Caballo de Troya. En las escuelas, los espectáculos, los círculos intelectuales y científicos… para desembarcar ejércitos ideológicos y doctrinas domesticadoras que “elevan” al espíritu de los pueblos y lo alejan de esos de hábitos “ignorantes” que afean el decorado burgués. Tomemos el derecho de llevar adelante, tanto en literatura como en arte, en ciencia, en educación, en agricultura y en carpintería… la investigación de nuevos medios de para la Belleza revolucionaria. Opongámonos a cualquier tentativa de limitación del campo de observación y de acción que la humanidad aspire a crear intelectualmente para atender sus necesidades estéticas. No resignemos el lugar del arte, la ciencia… la poesía toda, a participar en la lucha emancipadora de la Belleza, permaneciendo enteramente libres, en su dominio específico. Sin que “libertad” implique indiferencia, sin que libertad suponga falta de solidaridad con la lucha obrera y campesina.

Coincidamos en que bajo las condiciones actuales de genocidio, en todas sus formas, la tarea suprema del arte, la ciencia y el pensamiento es participar conciente y activamente en la preparación y triunfo de la Revolución Bonita. Acordemos que ni científicos, ni intelectuales, ni aristas pueden servir a la lucha emancipadora a no ser que estén subjetivamente penetrados por la necesidad revolucionaria organizada, social e individual, que traduzca el sentido y drama de la revolución en sus nervios para que procure libremente dar una encarnación artística, científica etc. a su mundo interior y exterior. Coincidamos en no someternos a burocracia o secta alguna. En no aceptar la Belleza por etapas o en un solo país.

Todo está aún por hacerse, por avanzado que vaya, lo estará siempre. No hay obra acabada. La Revolución Bonita está en pie de guerra, de cabo a rabo, con el cielo lleno de estrellas que soplan sobre nuestros pechos. Uno lo ve lo siente en las artes como en los deportes. Uno lo ve de lejos y de cerca, en los barrios y en los estados. Uno lo saborea y lo huele. Algo está cambiando en los juicios y en los perjuicios, en las dudas y en las deudas… como era de esperarse, sin desesperarse. Con sus medios propios, sin mordazas en poco tiempo avances grandes. Eso es maravilloso y concreto. ¿Quién los sigue? ¿Quién lo iguala? ¿Quién más le entra? A estas alturas la Revolución Bonita tiene el entusiasmo intacto. Vivitos y coleando. Sólo lo maravilloso es bello.

1“La revolución bonita” le llama Chávez a la de Venezuela, Ernesto Cardenal. Ver aquí
2“ La Belleza será convulsiva o será nada” André Breton.
3 Ver aquí Una revolución cultural contra la mentalidad burocrática y corrupta. Guerra a la Burocracia. Los nervios esclerotizados del gobierno.
4Término procedente del griego “maieutiké techné”, (el arte de la comadrona), que fue utilizado por Platón para referirse a la segunda fase del método de investigación de Sócrates, comparando el arte de las comadronas con esta fase del método socrático, con la que pretendía ayudar a dar a luz a la verdad. (El método socrático era un método práctico basado en el diálogo, que constaba de dos fases: la ironía y la mayéutica , y con el que, a través del razonamiento inductivo, se podría esperar alcanzar la definición universal de los términos objeto de investigación). Con la ironía Sócrates pretendía hacer ver a su interlocutor su ignorancia, condición para poder investigar algo. Con la mayéutica, buscar una definición cada vez más universal del objeto de investigación, es decir, dar a luz a la verdad.
5Frase de Adolfo Colombres. Autor de “Cine, antropología y colonialismo” Ediciones del Sol-FLACSO, Buenos Aires.







Fernando Buen Abad Domínguez / www.rebelion.org